Los desencuentros de un pacto

“El Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra se compromete a (...) mantener una relación preferente a lo largo de la legislatura con el PP del País Vasco, sin excluir otras relaciones y otros posibles acuerdos con el resto de las fuerzas parlamentarias”. Esta cautela, escrita en el acuerdo de Bases para el Cambio, que ambas formaciones firmaron el 1 de abril de 2009, les dio cobertura a las dos desde casi el minuto uno de la legislatura y a ella se acogieron unos y otros para pactar otras mayorías, necesariamente con el PNV, pero también con cl concurso de las fuerzas minoritarias, en un desmentido a la vocación frentista del acuerdo.


Su principal virtud fue abrir el juego parlamentario a todas las bandas, hasta un punto que habría sido inimaginable en la situación enconada de antes de 2009. “Sólo una cuarta parte de las iniciativas han salido adelante con el único voto favorable de PSE y PP” ponía en valor al cumplirse el primer año el portavoz del PSE-EE, José Antonio Pastor. Su principal problema, sobre todo para los intereses del Gobierno: haberle propinado indeseadas derrotas o imposiciones parlamentarias, incluso con el pacto recién estrenado. Así, las que pueda sufrir ahora en su situación ya de verdad minoritaria no serán ni mucho menos las primeras, se valora desde el PSE-EE. También con el pacto en vigor ha jugado por libre el PP cuanto ha podido, empezando por recomponer unas relaciones que tenía rotas con todo el espectro parlamentario. El primer encuentroBasagoiti-Urkullu o con Aralar y EA fueron auténticos acontecimientos.
El PP no tiene datos, según fuentes parlamentarias, de las votaciones realizadas con fuerzas distintas al PSE. Este grupo, en cambio, sí contabiliza las suyas. Según cifras que dio el pasado viernes el lehendakari, Patxi López, el Gobierno “ha sacado adelante sus planteamientos con el PP en 89 ocasiones, pero con otros grupos en 178”. En 28 de estas últimas lo hizo a solas con el PNV, según el último informe, cerrado a junio de 2011.
A lo largo de tres años, el PP dejó solo al Gobierno en numerosas ocasiones. Las más cercanas se refieren a los intentos del Ejecutivo de que el Parlamento inste a las diputaciones a un plan conjunto de lucha contra el fraude con interconexión de sus datos. Fuera del ámbito parlamentario, en diciembre se produjo el acuerdo del PP con el PNV para excluir a los socialistas del consejo de Kutxabank.

Solo la cuarta parte de las iniciativas han salido con el apoyo de PSE y PP
Pero hubo otros episodios, también de alcance, mucho antes: por ejemplo, cuando, en mitad del desgasta durante el secuestro del Alakrana, el PP se sumó a la petición del PNV de que el Gobierno embarcara infantes de marina en los atuneros. Más tarde dejó solo al PSE para promover junto al PNV una censura a los Gobiernos central y vasco, ambos socialistas, por el mismo tema.
El PP prescindió también de toda consideración con su socio a la hora de sumarse al rechazo a la reforma laboral del Gobierno Zapatero en 2010. O cuando este le dejaba en evidencia pactando con el PNV. La exparlamentaria Esther Martínez se mostró especialmente incisiva con motivo del veto peneuvista, aceptado por el PSOE en el Congreso, a la transferencia de las políticas activas de empleo. En relación también con esa cuestión, y una vez materializada la transferencia, con Lanbide ya creado, el PP forzó junto al PNV un cambio en la forma jurídica, que no había planteado en su momento, para que pasara de ser ente público a organismo autónomo. Fue un roto importante para el Ejecutivo.
Los populares decidieron también alinearse con el PNV y dejar en minoría al Gobierno cuando este planteó la supresión de Heldu, el servicio de atención a inmigrantes creado por el consejero de EB Javier Madrazo, bajo el argumento de que los extranjeros debían acceder a los servicios públicos por la misma vía que los autóctonos.

El PNV ha tenido en los populares un aliado para derrotar al Gobierno
En la discusión parlamentaria del Plan de Familia, el PP volvió a hacer frente con el PNV para introducir un buen número de modificaciones a los contenidos del Gobierno.
La más sorpresiva de todas data ya del primer pleno de octubre de 2009: El PP se alió con Aralar y Ezker Batua para intentar obligar al Gobierno a pagar el salario mínimo de inserción (624 euros) a los parados que agotaran la prestación y el subsidio. La abstención del PNV libró al Ejecutivo de lo que de otro modo hubiera sido su primera derrota. “Latigazo de frivolidad”, acusó el socialista Bixen Itxaso a sus recién estrenados socios.
Curiosamente, el primer desencuentro en sede parlamentaria de PSE y PP fue exactamente el mismo del jueves pasado y con el mismo resultado: la defensa de los populares en solitario a la continuidad de Garoña. “¿Qué quiere Zapatero, que nos alumbremos con velas?”, dijo Basagoiti para rechazar la fijación del cierre en 2013.

ccaa.elpais.com
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