El observador permanente de la Santa Sede en la Oficina de las Naciones Unidas de Instituciones especializadas en Ginebra, monseñor Silvano Tomasi, pidió “nuevas estrategias” y “nuevas políticas” para la defensa de los refugiados. En su intervención pronunciada con ocasión de la 62ª sesión del Comité ejecutivo de la Agencia de las Naciones Unidas para el Refugiado (ACNUR), lamentó las condiciones con las que se acogen a algunos refugiados, de manera particular se refirió al problema de los menores, a los que invitó a tratar “como niños”.
Valoró el “efecto civilizador” de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados que entró en vigor en 1951 con el objetivo de “asegurar a los refugiados el ejercicio más amplio posible de sus derechos y libertades fundamentales”.
Monseñor Tomasi lamentó que “en muchas regiones del mundo, millones de refugiados todavía no estén en condiciones de disfrutar de estos derechos”.
En su intervención, monseñor Tomasi denunció firmemente las condiciones de acogida que comparó con las del sistema penitenciario.
“Estas personas que buscan la protección o maneras para intentar sobrevivir son literalmente encerradas y vigiladas como si fueran presos criminales e incluso los niños son sometidos a las mismas condiciones”, dijo.
“El entorno parecido al de las cárceles, que existe en muchos de estos centros, el aislamiento del “mundo exterior”, el flujo incomprensible de informaciones y la destrucción de un proyecto de vida afectan a la salud mental y física de los que piden asilo y causan estrés psicológico, depresión, inseguridad, disminución del apetito e insomnio en distintos grados”, explicó.
“Es por tanto urgente desarrollar y promover alternativas”, afirmó. Entre las propuestas de la Santa Sede, se encuentran “programas comunitarios, introducir mecanismos de control y de información, formar grupos de apoyo y añadir centros de visitas a los proyectos de casas abiertas para que al menos las familias con hijos puedan residir en un entorno de vida seguro”.
Monseñor Tomasi también se refirió al problema de los menores no acompañados que, en miles, “viajan a Europa desafiando el sistema de protección de los países que atraviesan”.
Ellos “deben sobre todo ser tratados como niños y la principal preocupación debe ser defender su mayor interés independientemente del motivo de su huida”.
“Las investigaciones han demostrado que, como fuente de motivación y de apoyo, la religión es considerada importante por estos menores que desean la disponibilidad de asistencia espiritual”, afirmó.
Y añadió: “Los refugiados no son números anónimos sino personas, hombres, mujeres, niños con sus historias individuales, con dones por poner a disposición y aspiraciones que satisfacer”. (aica.org)
Valoró el “efecto civilizador” de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados que entró en vigor en 1951 con el objetivo de “asegurar a los refugiados el ejercicio más amplio posible de sus derechos y libertades fundamentales”.
Monseñor Tomasi lamentó que “en muchas regiones del mundo, millones de refugiados todavía no estén en condiciones de disfrutar de estos derechos”.
En su intervención, monseñor Tomasi denunció firmemente las condiciones de acogida que comparó con las del sistema penitenciario.
“Estas personas que buscan la protección o maneras para intentar sobrevivir son literalmente encerradas y vigiladas como si fueran presos criminales e incluso los niños son sometidos a las mismas condiciones”, dijo.
“El entorno parecido al de las cárceles, que existe en muchos de estos centros, el aislamiento del “mundo exterior”, el flujo incomprensible de informaciones y la destrucción de un proyecto de vida afectan a la salud mental y física de los que piden asilo y causan estrés psicológico, depresión, inseguridad, disminución del apetito e insomnio en distintos grados”, explicó.
“Es por tanto urgente desarrollar y promover alternativas”, afirmó. Entre las propuestas de la Santa Sede, se encuentran “programas comunitarios, introducir mecanismos de control y de información, formar grupos de apoyo y añadir centros de visitas a los proyectos de casas abiertas para que al menos las familias con hijos puedan residir en un entorno de vida seguro”.
Monseñor Tomasi también se refirió al problema de los menores no acompañados que, en miles, “viajan a Europa desafiando el sistema de protección de los países que atraviesan”.
Ellos “deben sobre todo ser tratados como niños y la principal preocupación debe ser defender su mayor interés independientemente del motivo de su huida”.
“Las investigaciones han demostrado que, como fuente de motivación y de apoyo, la religión es considerada importante por estos menores que desean la disponibilidad de asistencia espiritual”, afirmó.
Y añadió: “Los refugiados no son números anónimos sino personas, hombres, mujeres, niños con sus historias individuales, con dones por poner a disposición y aspiraciones que satisfacer”. (aica.org)
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